Videos

Masacre

Videos

Campaña contra la tortura

Campaña contra la tortura

Basta de Balas

Basta de Balas

Basta de Balas

martes, 27 de agosto de 2013

"Marqués de Casa de León"

Adjunto a la presente, extracto de escritos históricos que refieren a la famosa he ineludible casa del que fuese "Marqués de Casa de León" o mejor dicho "Hacienda de TAPATAPA". Según antecedentes se puede confirmar la presencia en dicha casona, de tan ilustres personajes como Francisco de Miranda, Gregor Macgregor "casado con prima del Libertador", Carlos Soublette "para entonces secretario del generalísimo "hasta de los franceses Enmanuel Serviez y Du Caylá, entre otros, que durante la primera república permanecieran en esta casa estratégica, una vez de venir en retirada desde Valencia ante el asedio de las tropas del realista Domingo Monteverde. Allí, señoras y señores se realizó la conocida "conferencia de TAPATAPA", donde se le otorgase poder total a Miranda y de allí tomar decisiones muy importantes para sostener la independencia de nuestra patria.
Se urge por el corazón de los venezolanos que aman su historia, en que se tome en cuenta esta casona para su restauración, ya que ha sufrido los embates del tiempo y fue afectada por un voraz incendio que consumió la totalidad de su techo de cuatro vertientes y tejas de arcilla.
Señores seamos dolientes, esto es parte de nuestro acerbo histórico que tanto enfatizamos en nuestros ideales bolivarianos...
Con la ayuda a donores de profesionales como yo, que soy arquitecto y de valiosos ciudadanos como Jorge León Garcia y muchos más preocupados por esta situación, se puede llevar adelante este hermoso cometido, pues solo resta el aporte de nuestro gobierno para sufragar gasto de remodelación y hacer de este lugar un tremendo museo histórico. -Por qué no…? -Tal como lo es hoy en día el Ingenio de Bolívar, en San Mateo…!.


Escrito por Tarek Haidar


Permanecidos el brigadier Nicolás de Castro y el teniente coronel Manuel Cortés de Campomanes en la Cabrera, lentamente va marchando el resto de la tropa patriota debajo del cielo azul celeste aragüeño, fijando vistas Francisco de Miranda y su estado mayor, sobre el entorno vegetal que como les era ya costumbre por estos lares, devela fecundos y conglomerados montes repletos de coloridas copas.
Junto a cada pisada de herradura y pálpito de brisa con fragancia silvestre, se permite de vez en vez el génesis de pequeñas tertulias de viajero.
-Yo tenia una biblioteca de más de 1.500 ejemplares, su merced...!, le explicaba Macgregor al sexagenario comandante. -Todas los pliegos que contenían observaciones sobre mis viajes, se han perdido con ella para siempre…pues ese damn terremoto se lo ha tragado todo...!.
-Lastima que no halla podido echarle un vistazo a vuestra colección, mi amigo escocés, pero vuestra valentía y humildad valen por todo, ya que a sabiendas de poder recuperar algunas de vuestras pertenencias, habíais preferido auxiliar a los desamparados...!. -Además, he escuchado que vuestra merced posee dotes de naturista,…esperemos que al acabar con esta guerra, conozca a hombres como Humboldt y Bompland...!.
Al transcurrir de breve tiempo, pronto se internan en los terrenos del marqués de Casa de León, recibiendo cerca de la casa administrativa de la hacienda, la bienvenida por parte de un caporal y algunos esclavos que trabajaban incesantemente, atravesando seguidamente por una angosta vereda circundada de jabillos que no demoraba en conectarles con el camino real, que les conduciría en caso de seguirlo, hacia el pueblo de Ocumare. -Caramba…en Europa encontrareis el areópago de Atenas, más he aquí en los valles de Aragua, a su propia acrópolis...!, exclamaba exaltado Miranda al avistarse a una casona de techos de arcilla a lo alto de una loma y sin chistar redirigir a la tropa, hacia esa dirección.
Bajo la amplia sombra de un samán, pasa la caballería con sus centenares de alazanes de estiradas pollinas y juguetonas colas, hasta introducirse uno a uno hacia la inmensa caballeriza de la hacienda “La Trinidad de Tapa tapa”, donde a su vez varios mozos, atendiendo a sus oficios, rápidamente tomaban los arneses y se encargaban de liberarlas de sus preciosas cargas. Sobrecogedoramente amplio se vislumbra el patio rectangular con altísimos paredones de tapia, y techado de mangle y teja, provisto además de elongados vertederos de blanco mortero rebosantes de agua fresca, gracias a una acequia que paulatinamente les brinda el alivio a los caballos, una vez fijados por sus riendas hacia argollas de fierro. Fortuitos testigos, esclavos que usando tridentes arrumaban el heno puesto en el granero, denotan como los soldados de caballería, pies en tierra, estiraban entonces sus articulaciones en procura del alivio corporal, a la vez de entregarse al improvisado musical generado por los lengüetazos de las bestias, sobre el agua de los abrevaderos.
Atendidos según sus jerarquías, el comandante criollo y su estado mayor son orientados en pleno galope, a través de un portón ubicado al final de las caballerizas que los introduce en el área de faena, lugar en que desde tiempos ancestrales se han tenido las labores de rastrillado y tamizado de los frutos del café y cacao. Por allí se erigen las barracas de esta mano de obra esclava y más allá, justo donde las paredes laterales se adosan a la loma, se levantan las casuchas del mayoral que se aseveran del arduo y constante trabajo. Agradable sin embargo resalta en el ambiente la rueda hidráulica de un molino, que al girar gracias a las corrientes del manantial proveniente de la colina, desprende primeramente un chasquido antes de permitir el extracto del sumo de las cañas de azúcar, colocadas entre las prensas.
Cuesta arriba, ante los ding dones de una vibrante campana, poco a poco se van esclareciendo los detalles de la hermosa casa perteneciente al llamado “Señor de Maracay”, hasta que al arribar a un recodo del camino que se vuelve plano y despejado de maleza, descienden de sus montas para iniciar súbita subida por medio de escalones entramados de rojos ladrillos.
-Seáis bienvenidos vuestras mercedes...!, les expresaba con ademanes de cortesano el marqués Antonio Fernández de León, al instante que fijaba su sigilosa mirada sobre la canosa cabellera y faz repleta de surcos del general Miranda, hasta entonces efectuarse el saludo de rigor para ser dirigidos hacia un amplio corredor revestido de terracota, enmarcado además por siete elegantes arcos de estilo romanesco.
Molini, quien desde siempre cumple a cabalidad con sus responsabilidades de secretario del generalísimo, hace transferir los baúles de su benefactor hacia lugar seguro, al tiempo que el brigadier Gregor MacGregor, el coronel José Félix Ribas, el teniente coronel Carlos Soublette, el capitán Enmanuel de Serviez y el teniente Antonio José de Sucre, se desprenden de sus bicornios emplumados al entregárselos a un mayordomo, al tiempo que el coronel Du Caylá, el diputado Martín Tovar y Ponte, Luis Delpech, junto a Pedro Gual, casi con movimientos sincronizados, sacuden sus atavíos del polvo  del camino.
-Gracias Dios mío...!, dirigía sus expresiones al cielo fray Marcos Duran “Padre Martel” a la par del capellán de la tropa José Félix Blanco quien hacia la señal de la cruz, inspirado por las tantas hermosísimas vistas que se brindan desde está agraciada ubicación. -Vaya que es esplendida…...!., reafirmaba lo dicho el cirujano Juan Francisco Sánchez, hasta que entonces eran reorientados hacia una amplia saleta desde cuyos extremos se interconectan a una biblioteca y a una oficina de despachos.
-Mi flamante esposa…vuestras mercedes...!. , de inmediato reciben el fémino saludo de la señora de estas tierras. -Doña Josefa Antonia Carrera Magdalena, hija del honorable capitán Antonio Carrera…...!., indicaba el marqués al instante que la agraciada efectuaba la venia correspondiente.   
-Infinito placer me embarga...!, le correspondía Miranda al momento de doblarse para besar la sutil mano de alabastro de la dama aristócrata, quien inevitablemente atraída, no evitaba fijar su mirada sobre la ahora expuesta, lacia y recogida cabellera enlazada del ilustre visitante. -Muy guapo está el general,… tan diferente a mí Antonio ...!, comparaba con disimulo para no delatarse ante los prevenidos, la gran señora que ha venido acompañando al marqués desde su casamiento en 1785.
Hallando oportuno breve relajamiento, optan por trasladarse hacia el prominente atrio que se sostiene gracias a cuatro esbeltas arcadas, inclinándose entonces a placer sobre los enmaderados pasamanos que alinean elegantes balaustradas. Cual momento mágico, se avivan inmediatamente las sensaciones ante la mezcolanza de hermosas vistas y acariciantes brisas del valle que arrastran mil aromas, desde las tierras cultivadas, incluso divisar hacia las faldas de la ladeada colina de enfrente, a un grupo de centinelas que apostados ante un ergonómico banco de mampostería, sigilosamente custodian el acceso hacia la casona de la hacienda.
-Hechizo de la naturaleza...!, manifiesta el generalísimo al sucumbir con compañía, ante el paisaje que devela vastos sembradíos, al área de faena por el frente y hacia la derecha, el camino real de Ocumare que se sobrepone a un horizonte tapizado por distantes colinas y el lago valenciano que se delata por su plateado destello.
Anticipando la llegada del ocaso, el anfitrión de casa guía a los inquilinos a un reconocimiento del interior, trasladándolos primeramente hacia el oratorio desde cuya pared cuelga un óleo de la Santísima Trinidad, representado por relieves a vivo color de un viejecillo con túnica y larga barba blanca, al Cristo abrazado a una cruz, y justo sobre ambos, a una blanca y resplandeciente paloma que despliega sus alas en pleno vuelo celestial. Prosiguiendo a través de una puerta que les comunica hacia un patio interno, dos aljibes ornamentan el ambiente enmarcado por altísimos paredones de rojísimo croma, cuyas puertas enmaderados les introducirían hacia los aposentos de la familia, mientras que hacia el otro costado, por medio de escalones, se sumergen hacia la parte posterior de la casona la cual ubica las habitaciones de la servidumbre de confianza y a la cocina con sus alacenas repletas de víveres y demás enseres.
Sin embargo, el interés principal de don Antonio Fernández es el de conducirlos a sus lugares de pernocta, convidándoles por ende a subir por una escalera elaborada con listones de samán que les conecta de ipso facto con un kitchenet y que seguidos por un corredor, orientarlos eventualmente hacia un pequeño balcón que curiosamente les conecta visualmente, con el oratorio dispuesto en la planta baja. No es sino hasta que se adentran a una amplia saleta, cuando se le designa por su ubicación estratégica, como el lugar más idóneo para los despachos y futuros consejos de guerra, pues su amplitud es apropiada para acomodar el buró personal de Miranda y para proporcionarle la distancia requerida para largar algunos pasos, en caso de procura de fijeza del pensamiento.
Circundados por pinturas, ornamentos, libros y sillones de cuero guadamecí, se desvían por obligaciones militares del paseo de reconocimiento, destinándose a la lectura de las postas que recién han arrobado desde Caracas y tejerse por consecuencia, conversaciones en torno a los acontecimientos en las zonas hostiles, a ambas riveras del lago de Valencia. -Las tropas comandadas por el coronel Juan Paz del Castillo, han recuperado el pueblo de Guigüe de manos de los realistas…lamentamos la perdida del coronel Domingo Monasterio el día anterior a las escaramuzas, pero su sacrificio ha servido para recobrar este sitio que garantizará cubrirle la retaguardia, a los defensores del portachuelo de Guaica…...!..
 Meditaciones profundizadas dan libertad a diferentes nociones del pensamiento, conllevando a Miranda emitir reflexiones basadas en conocimientos previos a su pasado militar. -Los franceses en tiempos de Federico II “el Grande de Prusia”, han aprendido que podían enfrentárseles a un ejército enemigo muy superior en números, si se utilizaba apropiadamente la artillería...!. -En vez de aplicar el sistema de choques diseminados entre los efectivos de infantería y caballería que en muchos de los casos prolongan la definición de la batalla, debemos más bien concentrar la artillería contra un solo punto y así abrir la brecha que ha de romper el equilibrio de la formación enemiga...!. -Implementaremos el Sistema Prusiano, llevándolo a cabo en La Cabrera...!.
Liberando mediante navaja de plata, el lacre de una carta remitida por su gran amigo el licenciado Miguel José Sanz, lee a continuación; “Aquí todos estamos entregados a la confianza fundada en su pericia militar y en su patriotismo, aunque los que pensamos, no dejamos de temer lo bisoño de nuestras inexpertas tropas y las intrigas y cábalas de los enemigos del sistema y de la virtud. Vuestra dignidad tiene que luchar con muchos enemigos. El ingente deseo de la libertad de mi patria y mi decidido afecto por su persona, me hacen indicarle no se fíe mucho, ni se empeñe, hasta no haber formado el espíritu militar e introducido la confianza en nuestras tropas”.
Una segunda carta, pero esta vez dirigida por el Gobernador interino de Caracas, Francisco Carabaño, le expresa lo siguiente; “Venerado jefe, no dudo un momento que usted estará bien al cabo del estado de nuestro ramo militar, pues con sólo ver que ha tenido que organizarlo en el mismo teatro de las operaciones, está dicho todo. Yo no puedo conformarme con que cuatro ineptos nos hayan conducido a los bordes de nuestro total exterminio y que paguemos todos sus desaciertos y ensordecimientos a la voz de la razón”.
Culminados los despachos, la caída de la noche les sorprende no sin antes proveerse de suntuosa cena y entregarse muchos hacia los predios de “Morfeo”, mientras que el generalísimo, aunque afectado por una ligera migraña que influía para incomodarle, se hacia acompañar de los oficiales franceses; Enmanuel de Serviez y de Du Caylá, aprovechándose de una banqueta dispuesta hacia el porche para tejer una última plática antes de irse a acostar. -Qui allait penser que la trahison de Napoleón aux véritables idéals de liberté et sa faim de conquête, allumeraient dans l'Amérique toute la tea de l'indépendance...!. -Quién iba pensar que la traición de Napoleón hacia los verdaderos ideales de libertad y su hambre de conquista, encenderían en la América la tea de la independencia absoluta...!. -Y pensar que yo formé parte de las primeras fuerzas de la Francia, para ocupar a la España...!..
-Infalible es el destino amigo mío...!, correspondía el comandante en jefe, hasta que envueltos por el silencio, se hacia entregar por parte de Molini, un estuche de caoba pulida donde desprendía su flauta, reverberándose imágenes de su pasado familiar al tiempo que soplaba el sutil instrumento que expelía las tonadas más agradables a los oídos de ser viviente alguno.   



No hay comentarios:

Publicar un comentario