El Patrimonio de Aragua: El caso de La Trinidad
Oldman Botello
Jueves, 1 de agosto de 2013
Foto: Google
Protegido de Bolívar, que le debía favores (el Libertador le envió dinero con su hermana María Antonia cuando el anciano Marqués se moría de hambre en Borinquen), el Marqués abandonó tierra venezolana y murió en Puerto Rico después de la Independencia a la que dijo contribuir pero después se pasó, como buen monárquico, a las fuerzas realistas. Su casa de Maracay y la hacienda dieron en manos del general Páez, que les puso el ojo desde que conoció la ciudad. Posteriormente pasaron a manos del calaboceño don Carlos Palacio (sin s), descendiente de los Palacio Fajardo de Mijagual, Barinas y no de los Palacios (con s), emparentados con el Libertador; del general Cipriano Castro, del general Juan Vicente Gómez que la remodeló, construyó una vaquera y pensó instalar allí en 1912 la primera Escuela de Veterinaria del país, pero el sabio Henry Pittier le hizo desistir porque los terrenos no eran apropiados. El general Gómez sabía oír consejos. Después vino el Refugio Infantil de Varones desde 1924 y sigue siendo colegio hasta el sol de hoy. En La Trinidad conspiraron a favor de la Patria soberana el generalísimo Miranda, Francisco Iznardi, redactor con Roscio del acta de Indepndencia; Salvador de Madariaga, Luís López Méndez, Francisco Carabaño y Ponte y otros prohombres de la emancipación.
Ninguna de estas circunstancias ha bastado para recuperar para la historia de las nuevas generaciones la casa de La Trinidad, abandonada después que se fueron de allí los sacerdotes benedictinos que hizo traer de Europa el general Gómez, encabezados por el legendario padre Antonio Leyh, alemán. Ya se le puso el INRI a la casona, quemada por un incendio forestal en 1987, derrumbado su techo por las lluvias de varios años, sus paredes de tapia y rafa desmoronándose como galletas con cada palo de agua. No fue impedimento para el abandono la orden de recuperación que hace unos cinco años impartió el presidente Chávez –de grata memoria– al comandante de la IV División, en un Aló Presidente desde Caña de Azúcar; el militar, muy solícito con un grupo de soldados limpió el área, pero nunca llegó el proyecto de restauración y la cosa siguió peor.
La casa correrá la misma suerte de las del general Gómez en la Bolívar y Las Delicias, de la sede del Obispado en la Bolívar, del Zoológico empobrecido, del Museo Vial de la Casanova Godoy, de los hangares nonagenarios del Museo Aeronáutico próximo a cumplir 50 años; de la casa de La Comandancia y lo que es peor, la desaparición del Archivo del Estado en la Gobernación -¿para qué ese “papelero”? Todo esto mientras las autoridades del Instituto del Patrimonio Cultural y del Archivo General de la Nación voltean para el otro lado. Porque el caso hangares ya es público y notorio al igual que el emblemático de La Trinidad. ¡Que algún maracayero, si quedan, se apiade del Patrimonio Histórico y Artístico de su ciudad
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