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lunes, 14 de marzo de 2011

Las mujeres y el Poder: el «felicismo»

Tere Saez
Gioconda Belli, poetisa, acaba de presentar en su última novela, «El país de las mujeres», un nuevo sistema político y filosófico, el «felicismo», del que nos dice que es un sistema que intenta romper con la discriminación de la mujer, especialmente con las barreras y la culpa a las que históricamente se han visto sometidas cuando se trata de ejercer el poder político.
Y esto es lo que me viene a cuento cuando se observa cómo Finlandia se convirtió a finales de junio en el primer país del mundo en el que, por segunda vez en su historia, la persona jefe de estado electo y su jefe de gobierno son mujeres. Ya lo hicieron por primera vez en 2003. El poder femenino en ese estado es real: la mitad de las carteras ministeriales están ocupadas por mujeres. Y quizás en ello algo tenga que ver el nivel educativo, el más alto del mundo. O que las mujeres constituyen el 48% de la población activa. O quizá que fue el primer país de Europa en implantar el voto femenino, en 1906. O puede estar relacionado con que la igualdad de género y la promoción del liderazgo femenino son uno de los pilares fundamentales de la sociedad política finlandesa.
Finlandia es una clara excepción de un mundo, de una configuración geopolítica dominada por el género masculino, a pesar de que el acceso de las mujeres al poder político ha avanzado a nivel mundial. En 2010, el 18,8% de quienes legislan en el mundo son mujeres, en comparación con el 11,3% de 1995.
En estos momentos, ocho políticas rigen los destinos de sus países desde sus cargos de primeras ministras y otras nueve hacen lo propio desde las jefaturas del estado electas. Un total de 17 mandatarias para los 191 países que están integrados en la ONU.
No es mucho, pero sí significa mucho: «Enseña un modelo, es decir, se percibe y concibe social e internacionalmente que es posible que las mujeres sean jefas de gobierno o primeras ministras».
En 2010, seis mujeres se han incorporado a las jefaturas de sus países: La finlandesa Mari Kiviniemi; Iveta Radicova, primera ministra de Eslovaquia; Rosa Otunbayeva, presidenta de Kirguizistán; Julia Gillard, primera ministra Australiana; Laura Chichilla, presidenta de Costa Rica, y Kamla Persad-Bissessar primera ministra de Trinidad y Tobago. Es posible que en octubre se sume a ellas Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores a la Presidencia de Brasil.
Es cierto que el proceso de empoderamiento tiene conceptos y ritmos diferentes. En Latinoamérica va acompañado de un movimiento asociativo de mujeres muy alto que ejerce gobernanza a nivel local. El empoderamiento femenino en otros países también va caminando, aunque muchas veces acompañado de tener que ser la superwoman, como es el caso de la carismática Ellen Jonhson-Sirleaf, presidenta de Liberia, o pertenecer a clases y/o castas pudientes, como la primera ministra de Bangladesh o la presidenta de la India.
Y no todas ejercen el poder de la misma forma, aunque así lo parezca cuando de ello se habla. Algunas se están esforzando en aportar valores menos agresivos, como la mediación y el acuerdo, valores que yo comparto. Por ello me uno a la idea de Gioconda Belli y a la filosofía de su «Partido de la Izquierda Erótica». Algo mejor nos iría a todas y a todos.

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