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jueves, 17 de marzo de 2011

Reflexiones Bicentenarias; ¿Cual independencia, Cual revolución?

Por: Ebert Cardoza Sáez




A doscientos años de independencia cabe preguntarse ¿Cual independencia?. A doce años de revolución preguntamos ¿Cual revolución?. La respuesta muy bien podría encontrarse, en parte, en el pensamiento de Simón Rodríguez, pues la sentencia Inventamos o erramos”, aún clama por hechos concretos. La historia nos ha enseñado que las repúblicas “establecidas”, más no fundadas, en la segunda década del Siglo XIX optaron por imitar en lugar de innovar, por ser dependientes en lugar de independizarse. Por ello, desde Arequipa, en 1825, escribe a Bolívar sobre el “asunto de la independencia” y señala: falta mucho para darlo por terminado”. Para 1830 reitera: “La guerra de la independencia no ha tocado su fin”, pues faltaba la revolución económica, para completar la obra emancipadora. Si bien en 1821 se venció al ejército realista en Carabobo, para sellar la revolución política. por otro lado, se estaba lejos de triunfar sobre las estructuras económicas dominantes, se estaba distante de superar el estado de atraso y desigualdad económico-social. “Una revolución política pide una revolución económica”, decía.

Pero qué imitamos y porqué somos dependientes. Básicamente, imitamos modelos de Estado y modos de producción. En el caso de América Latina y anglosajona, se imitó al Estado Liberal y al capitalismo como modo de producción y reproducción dominante, pues en la mente de los próceres prevalecían los ideales de la Ilustración y de todo el pensamiento liberal eurocentrico. Ayer era la Compañía Guipuzcoana, hoy son las grandes corporaciones que alimentan el complejo industrial-militar de Occidente, bajo el liderazgo de los Estadios Unidos. Hace doscientos años cambiamos al imperialismo español por el británico y norteamericano. Hoy somos dependientes del pluriimperialismo global. Nos hemos convertido en el centro de todas las ambiciones capitalistas, las mismas que han destruido al planeta en los últimos trescientos años y han llevado al mundo a las puertas de una inminente autodestrucción.

Después de un bicentenario de independencia somos más dependientes en lo agro-alimentario, en lo farmacéutico, en lo militar, en lo financiero, e incluso, en lo político. Hemos sido más consumidores de dogmas e ideologías que constructores de teorías y pensamiento crítico y reflexivo. Hasta hoy las revoluciones planteadas han sido replanteamientos de viejas revoluciones fracasadas. El socialismo del siglo XXI es una re-edición del capitalismo liberal del siglo XIX y el Estado comunal una copia del capitalismo de Estado del siglo XX. Es decir, tanto el supuesto socialismo real como el comunismo científico han gravitado, en la práctica, alrededor del capitalismo privado-estatista. El capitalismo se ha tragado todos los “socialismos” y “comunismos” de la historia. Desde China, el gigante asiático comunista, hasta los últimos sobrevivientes indígenas del amazonas han sido absorbidos por el capitalismo salvaje, directa e indirectamente.

A dos siglos de independencia y doce de “revolución”, los actuales partidos del gobierno como los de la oposición han reproducido la lógica de la dominación y han fortalecido el poder de las élites sobre las grandes mayorías. En Venezuela, tanto el Consenso de Washington como las recetas del Fondo Monetario Internacional se aplican al pie de la letra en nombre del socialismo (I.V.A., empresas mixtas, tercerización, flexibilización , etc.). La nueva burguesía socialista ha reproducido los valores de la vieja oligarquía, mientras se enriquece en nombre de la revolución. Hoy, esa burguesía socialista es más capitalista que ayer. A dos centurias podemos decir que la independencia es una deuda histórica y la revolución una vía para reproducir al poder y al Estado.

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