Revuelta en
Magreb y medio oriente
Immanuel Wallerstein
Hay tanta
hipocresía y tantos confusos análisis acerca de lo que está ocurriendo en Libia
que apenas sabe uno por donde comenzar. El aspecto más pasado por alto en la
situación es la profunda división de la izquierda mundial. Varios estados
latinoamericanos de izquierda, siendo el más notable Venezuela, mantienen un
apoyo pleno al coronel Kadafi. Pero los voceros de la izquierda mundial en Medio
Oriente, Asia, África, Europa, y Norteamérica, decididamente no están de
acuerdo.
El análisis de
Hugo Chávez parece enfocarse primordialmente, en realidad en exclusiva, en el
hecho de que Estados Unidos y Europa occidental hayan estado profiriendo
amenazas y condenas al régimen de Kadafi. El coronel, Chávez y algunos otros
insisten en que el mundo occidental pretende invadir Libia y robarse su
petróleo. Todo ese análisis para nada ubica lo que ha estado ocurriendo y deja
mal el juicio de Chávez –y de hecho su reputación con el resto de la izquierda
mundial.
Primero que nada,
durante los últimos 10 años y hasta hace algunas semanas, Kadafi no obtuvo sino
buena prensa en el mundo occidental. Intentó probar por todos los medios
posibles que no era un gobernante que respaldara al terrorismo y que su único
deseo era integrarse plenamente a la corriente principal geopolítica y económica
en el mundo. Libia y el mundo occidental han estado logrando un arreglo tras
otro, todos con ganancias. Es difícil para mí ver a Kadafi como un héroe del
movimiento mundial antimperialista, por lo menos en los últimos 10
años.
El segundo punto
en que falla el análisis de Hugo Chávez es que en Libia no va a haber ningún
involucramiento militar significativo del mundo occidental. Los pronunciamientos
públicos han sido mera alharaca, diseñada para impresionar a la opinión local.
No va a haber ninguna resolución del Consejo de Seguridad porque Rusia y China
no van a aceptarla. No va a haber ninguna resolución de la OTAN porque Alemania
y otros no aceptarán. Aun la postura militante de Sarkozy contra Kadafi se topa
con resistencia dentro de Francia.
Y sobre todo, en
Estados Unidos la oposición a una acción militar proviene del público, pero lo
más importante es que proviene de los militares. El secretario de defensa,
Robert Gates, y el presidente del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mullen,
han expresado de modo muy público su oposición a instituir una zona de vuelo
restringido. De hecho, el secretario Gates fue más allá. El 25 de febrero se
dirigió a los cadetes de West Point: En mi opinión, deberían examinarle la
cabeza a cualquier futuro secretario de Defensa que vuelva a aconsejarle al
presidente el envío de un gran ejército terrestre estadunidense a Asia, Medio
Oriente o África.
Para subrayar
este punto de vista de los militares, el general retirado Wesley Clark, anterior
comandante de las fuerzas de la OTAN, escribió un editorial para el Washington
Post el 11 de marzo, con el título Libia no califica para una acción militar
estadunidense. Así que, pese al llamado de los halcones a que haya un
involucramiento de Estados Unidos, el presidente Obama
resistirá.
El punto entonces
no es si va a ocurrir o no la intervención militar occidental. El punto son las
consecuencias que tiene el intento de Kadafi de suprimir del modo más brutal
posible toda la oposición de la segunda revuelta árabe. Libia está en un momento
de confusión debido a los triunfantes levantamientos en Túnez y Egipto. Y si hay
alguna conspiración, es esa entre Kadafi y Occidente para bajarle el ritmo, o
aun suprimir, a la revuelta árabe. En la medida en que Kadafi logre hacerlo,
estará enviando un mensaje a todos los otros déspotas amenazados de la región:
el camino a seguir es la represión dura y no el otorgamiento de
concesiones.
Esto es lo que ve
la izquierda en el resto del mundo, aunque algunos gobiernos de izquierda en
América Latina no lo vean. Como apunta Samir Amin en su análisis sobre el
levantamiento egipcio, hay cuatro distintos componentes entre quienes protestan
–los jóvenes, la izquierda radical, los demócratas de clase media y los
islamitas. La izquierda radical está compuesta por los partidos de izquierda
suprimidos y por los movimientos sindicalistas revitalizados. No hay duda de que
hay una izquierda radical mucho más pequeña en Libia, y un ejército mucho más
débil (a causa de la política deliberada de Kadafi). El resultado, por tanto, es
muy incierto.
Reunidos los
dirigentes de la Liga Árabe pueden condenar públicamente a Kadafi, pero muchos,
tal vez la mayoría, pueden aplaudirlo en privado –y copiarlo.
Podría ser útil
finalizar con dos piezas de testimonio procedentes de la izquierda mundial.
Helena Sheeham, una activista marxista irlandesa, bien conocida en África por su
trabajo de solidaridad con los movimientos más radicales, fue invitada por el
régimen de Kadafi a dar un conferencia en la universidad y llegó cuando
estallaba la revuelta. Las conferencias en la universidad se cancelaron y a fin
de cuentas sus anfitriones simplemente la abandonaron, por lo que tuvo que
buscar salir por sus propios medios. Escribió una bitácora diaria en la cual, el
último día, el 8 de marzo, escribió: Cualquier ambivalencia acerca de ese
régimen se fue, se fue, se fue. Es brutal, corrupto, engañoso,
demencial.
Podemos ver
también la declaración de Cosatu (Congress of South African Trade-Unions), la
principal federación de sindicatos en Sudáfrica y vocera de la izquierda. Tras
analizar los logros sociales del régimen libio, dijo: Sin embargo, Cosatu no
acepta que estos logros sean de modo alguno una excusa para masacrar a aquellos
que protestan contra la opresora dictadura del coronel Kadafi y reafirma su
respaldo por la democracia y los derechos humanos en Libia y en todo el
continente.
Mantengamos un
ojo en el balón. La lucha clave en el mundo justo ahora es la segunda revuelta
árabe. Será difícil obtener un resultado realmente radical en esta lucha. Kadafi
es el principal obstáculo para la izquierda árabe, y para la izquierda mundial.
Tal vez deberíamos recordar la máxima de Simone de Beauvoir: Querer ser libre
implica querer que otros sean libres.
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