¿Es un crimen ser pobre? Ante esta pregunta podríamos responder instintivamente que no, que desde luego la pobreza no es un crimen, pero basta con profundizar un poco en el asunto y contrastarlo con nuestra realidad para darnos cuenta de que si bien es cierto, es decir, que la pobreza no es un crimen, los pobres sí son criminalizados y muchas veces juzgados y sentenciados por la sociedad, simplemente por esta condición. Vemos, por ejemplo, cómo los cuerpos policiales reaccionan frente a los jóvenes provenientes de los sectores populares, presumiendo la culpabilidad de un delito sólo por cumplir ciertas características, como la ropa que use, el color de piel y la condición socioeconómica.
Generalmente, es la población juvenil masculina que habita en las barriadas la más fácilmente criminalizada y no sólo por el colectivo, sino, como ya decía antes, por aquellos que tienen el deber de protegerlos: los cuerpos policiales o militares, quienes al considerar que los muchachos del barrio son delincuentes o en algún momento lo serán, empiezan a actuar de manera que violan sin reparo los derechos humanos de los ciudadanos, aplicando aquel adagio betancourista de "disparen primero y averigüen después".
La situación de la criminalización de la pobreza adquiere un matiz diferente cuando pasamos al Poder Ciudadano y al Poder Judicial, es decir, al Ministerio Público y a los tribunales penales. Con respecto a la labor de las fiscalías, especialmente en la fase de investigación, algunos fiscales o fiscalas frente a casos de presunto enfrentamiento policial no se preocupan demasiado por investigar si realmente fue así o si se trató de un ajusticiamiento, tortura, en fin, si fue una violación de derechos humanos, y terminan por concluir el caso como un archivo fiscal o un sobreseimiento, quedándose entonces sin justicia material en el caso concreto. Todo esto sin mencionar que en algunas fiscalías se niegan a informar a los familiares de las víctimas sobre los progresos de la investigación, porque piensan que como se trata de personas con un nivel económico inferior, no van a "perder el tiempo" con ellos, pues al final no van a entender lo que les digan.
Pero si se logra cruzar la barrera en el Ministerio Público y se consigue llegar a juicio, la situación no cambia mucho con los jueces y las juezas quienes, no en pocos casos, terminan desestimando las pruebas que se presentan y dictan sentencias absolutorias a esos funcionarios policiales o militares que han cometido delitos, sólo por considerar que no van a ensuciar la carrera policial de un funcionario por alguien de "inferior valor", enviando un claro mensaje de que para ellos y ellas importa y vale más un policía delincuente que un muchacho del barrio.
Contribuyamos entonces a erradicar la criminalización de la pobreza y a que todos y todas tengamos el mismo acceso a la justicia, sin discriminación de ningún tipo.
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